Último día en Amsterdam. Para esta jornada hemos dejado el plato fuerte de la visita a la ciudad: entrar en el museo Van Gogh. Éramos conscientes de las colas que se forman para entrar en este museo, pero para Mario y David era importante ver in situ la obra de uno de los pintores que más reconocen (como diría David, "el que se suicidó cortándose una oreja"). La mañana no se presentó muy bien, ya que unos negros nubarrores amenazaban la espera en la cola del museo. Y así fue: dos horas y media de cola de fuerte aguacero que Gustavo aguantó impasible el ademán mientras Rosa, Mario y David se refugiaban en un portal.
Una vez dentro pudimos disfrutar de los cuadros del maestro. La pena es que uno de los más reconocidos, "El dormitorio en Arlés", no estaban expuesto po motivos de restauración.
Después de comer en el mueso nos fuimos a pasar la tarde al Voldenpark. Los parques de Amsterdam son "el gran desconocido" de las visitas turísticas a la ciudad, y la verdad es que es altamente recomendable pasar una tarde paseando por alguno, y especialmente el Voldenpark. Lo que más nos gustó es esa terraza que hay en medio del parque medio flotando por encima del agua, donde te puedes tomar un café en un paraje delicioso. Aparte de lo curioso que es ver una garza paseando a medio metro tuyo.
A la salida del Voldenpark fuimos a Museumplein, la explanada de los museos, donde se puede visitar el Rijksmuseum o el museo del diamante. Habíamos pasado por aquí al ir al museo Van Gogh, pero con las prisas no pudimos pararnos a admirar uno de los sitios más concurridos de la ciudad. Aquí tomamos esta instantánea que demuestra que Mario y David sí estuvieron en Amsterdam.
El resto de la tarde-noche lo dedicamos a despedirnos de los canales y calles de Amsterdam. ¡¡¡Hasta otra!!!
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